miércoles, 24 de diciembre de 2008

...pasad buenas fiestas y esas cosas...


Y mira
que me da a mi cosa esto de las navidades...
Pero puestos a felicitar... mejor como es correcto.




miércoles, 17 de diciembre de 2008

El fin de semana... Choseando... que debe ser gerundio.

¿Qué oscuros recodos de la mente te empujan a tomar las decisiones, las actitudes, las opciones más extrañas de todo el conjunto de posibilidades? ¿Qué empuja a un tipo como Dickysan a meterse en un coche durante un trayecto de más de dos horas con un sindicalista bigotudo, un yonqui en estado comatoso, y un mono de peluche al que hay que sedar para que no se altere en el viaje?

Todo son misterios. En este punto pasan demasiadas ideas por la cabeza. Y bastante tiene uno con no estrellar el coche en un arranque tonto.

Pero el caso es que esperaba el momento con ganas.

El pasado día 12 nos reunimos en Almería, con centro de operaciones en la mansión del ínclito Toñazo (Antoñazo Parafernalia Paramilitar, consúltese para más datos) los Chosen #1, en un encuentro no oficial aunque del todo necesario y beneficioso. La cerveza corrió a raudales, el anís del mono queda suspendido hasta nuevo aviso como condimento gastronómico, descubrimos que Cthulhu -otro Chosen honorífico- tiene una familia de lo más simpática, cantamos a pleno pulmón mientras Raul descubría que su coche no frenaba, y supimos encontrar un equilibrio casi aceptable entre hacer el macarra de la forma más extrema y comportarnos como unos totales marujos.

Ya os he hablado antes de los Chosen... profundicemos un poquito más...

¿Qué hace de estos tipejos una suerte de gentucilla entrañable?
Dejemos, una vez más, que las imágenes hablen por sí mismas.

Antoñazo.

Por si alguno de ustedes requiere ser puesto en antecedentes de lo que pueden observar en la foto, les diremos que la misma no corresponde al rodaje de "Rambo 6" ni "Predator vs. Titanic" o demás filmes que probablemente mi amigo Radwulf consideraría fundamentales. Esta imagen en la que podemos ver al bueno de Antoñazo dispuesto a convertir una rama de chopo en una porra de reglamento con la única ayuda de un cuchillo choricero corresponde a su viaje de bodas, el cual quiso disfrutar en las selvas colombianas cazando jaguares a porrazo limpio. Según informadores acreditados, el arrasamiento y reducción a cenizas de dos supuestos cuarteles de las FARC sólo fueron daños colaterales accidentalmente producidos mientras perseguía a una Phyllobates terribilis para preparar wasabi casero para la cena. La esposa del aludido todavía rehusa hacer declaraciones, suponemos que algo molesta por hacerla aquel pasar por el trago de esconder en su maleta armas de destrucción masiva a la hora de atravesar la frontera.

Doctor Pantera

A pesar de que se podría hablar largo y tendido sobre este sujeto baste decir que su piso es el equivalente a Mordor en el Zaidín granaíno. El Doctor Pantera es el ejemplo máximo de supervivencia bajo condiciones extremas de exposición a todo tipo de sustancia que se le ponga a tiro. Su caso es únicamente comparable con el de Keith Richards, pero este último no tiene tanto mérito si hacemos una comparativa de las posibilidades económicas de cada uno. A pesar de estas situaciones el Doctor Pantera es el único humano conocido capaz de alimentarse durante 25 años únicamente de carne en salsa y cerveza, o de recordar un DVD completo de chistes de Chiquito. En la foto pueden observar junto a él a su compañero de piso, de juergas, de cambalaches y demás historietas: Piticli. Tanto él como su singular monete poseen una percepción especial de las cosas que les hace ser el centro de atención de todo evento social que se preste de serlo. En la foto observamos la última reconciliación del duo tras los incidentes que llevaron a ambos a denunciarse mutuamente. Piticli no hace declaraciones acerca de sus últimos encontronazos con las fuerzas del orden y repite que desconocía completamente que alguien hubiese rellenado su interior con ciertas sustancias. Pantera sólo declara que el hecho de que le extirpasen un riñon mientras dormía no señala que fuese realmente obra del simio.

Radwulf

Radwulf, -eterno ex becario y último miembro de derecho de la plantilla- como podemos comprobar en esta instantánea, es un hombre con inquietudes culturales; aquí lo podemos ver repasando hasta sus últimas líneas su número de Playboy Almeria, del cual desgrana todos sus mensajes visuales y desencripta los mensajes cifrados y subliminales que dicha publicación maneja. Por todo ello podemos decir que Radwulf es un tío cocienzudo. Además de ello es un economista nato y un ilustrador brillante: se pasa la jornada dibujando marcianos y héroes de leyenda sobre los espacios en blanco de nóminas sin resolver. También es archiconocida su fama de negociante: Nadie saca los barriles de cerveza caducados a un precio mejor. Como pueden ver, Radwulf ha de llevar gafas de sol la mayor parte del tiempo. Lejos de ser un síntoma de fotofobía chosen, esto se debe al consumo sobredimensionado de puritos ducados exprés, de los que la marca emisora le ha nombrado socio. Esta imagen tomada a traición es la última que pudo sacar el fotógrafo. Fotografiar e interrumpir a Radwulf sus meditaciones encontrándose éste además en proceso de dieta de biomanán y callos con garbanzos, es jugar con la muerte.



...y próximamente... algo más.

domingo, 30 de noviembre de 2008

¡Swing!

Todavía mis pies calzan la resaca de swing tras el tremendo concierto de No Reply del pasado jueves en Planta Baja; y creo que debe ser una de las primeras resacas que no estoy maldiciendo ni me están llevando a hacer juramentos llamados al olvido tras el efecto balsámico del café y los analgésicos.

El accidental descubrimiento de estos madrileños el pasado verano ha sido uno de los sucesos musicales afortunados de este año, así que la anunciada visita a Granada no podía ser pasada por alto. Me apresuré a llamar a los conocidos, que acudieron llegando a constituir el 20-25% del aforo de la sala (reconforta saber que aún el que escribe mantiene cierta credibilidad en cuanto a opinión musical se refiere, de la otra para qué vamos a hablar...), que no registró una presencia de público demasiado destacable.

El concierto empezó tarde, bastante más tarde de lo previsto debido, por lo que luego supimos, a problemas de índole técnico, municipal, y gastronómico. Pero una vez iniciado supieron ganarse al no demasiado fácil respetable granaino. El ritmo creciente, la complicidad de los músicos en el escenario, la calidad sobresaliente como músicos, y las ganas y el gusto exhibido hicieron que la sala (incluyendo a un servidor) bailasen a pierna suelta. Y es que de entre lo mucho apreciable en el directo de esta formación se puede subrayar que el espectáculo no viene a suplir en modo alguno carencias musicales, sino que por el contrario, la enorme calidad de los músicos que podría resultar en otro caso fría, viene complementada a la perfección por una química de la que hacen partícipe en todo momento al espectador, al que no le pasa inadvertido que, lejos de estar asistiendo a un teatro, los músicos se lo están pasando de miedo ahí arriba. Y eso se contagia con una facilidad y velocidad sorprendentes.

Adjuntas a la presentación de su disco Drunkology nos regalaron piezas intermedias impagables, tanto de corte clásico -Americano, con ciertos aires a la versión de Setzer- como sintonías más informales -tremenda interpretación y locura colectiva con los acordes de El Inspector Gadget-. El swing más desatado derivó en momentos de ska que no desentonan sino que refrescan el sonido. Una actuación repleta de matices personales pero con una cohesión total reflejo de un trabajo y una idea perfectamente llevados a cabo. Nadie debería dejar pasar la oportunidad de ver a los madrileños sobre el escenario, puesto que si el disco está conseguido, el directo sube el listón a cotas mucho más altas.

Al final del concierto, las dos groupies menos agraciadas de la sala -Agustín y un servidor- estuvimos hablando con todos los componentes (todo un trabajo encontrar a cada uno de los nueve) que nos comentaron sus peripecias con las grúas y las tapas granaínas. Compramos su disco a un precio razonable y hoy escribo estas líneas mientras suena de fondo Bad Joke. Para que os hagáis una idea, aquí tenéis un vídeo de un directo que aparece en su myspace.



lunes, 24 de noviembre de 2008

El espectáculo debe continuar

Volvemos a encontrarnos frente a otro 24 de noviembre. El año pasado a raíz de la coincidencia de fecha con la boda de Antoñazo (que también acaba de estrenar un blog -estamos de inauguraciones- imprescindible para casos críticos entre los que me acabo incluyendo) con el aniversario de la muerte de Freddie Mercury escribí algunas líneas en un post. No voy a volver a decir lo que allí dije. Queen será siempre uno de los grupos de esa lista que cada día empiezo. Y Freddie, siempre será Freddie. Y no me hagan hablar de Paul Rodgers, que, realmente, es el que menos culpa tiene.

Se suele decir bastante libremente que Freddie Mercury es una leyenda del Rock. Desde el punto de vista semántico de la palabra no puedo suscribir la afirmación. Freddie Mercury fue tan real que la categoria de leyenda pierde su radio de acción. Todo está ahí; todo se escucha, se ve, se siente. Él se construyo a sí mismo y se hizo realidad tal y como quiso. Es Rock; tan tremendamente humano como divino, pues.

Otro año más escribo escuchando los acordes de Queen. Es todo lo que hace falta. Así que hoy no me extiendo más.

Otro año, Freddie. Aún yéndote como los grandes, qué putada nos hiciste.


miércoles, 19 de noviembre de 2008

Cinco canciones (VIII)

El concierto del pasado sábado de Quique González y la Aristocracia del Barrio me ha hecho recordar en apenas dos horas todas las cosas que me gustan y que me hacen imprescindible la música.

Las canciones bien hechas, el mimo en las estrofas, las asonancias brillantes, o los versos libres caídos como un mazo en el ánimo, no se riñen con las guitarras crujientes y afiladas, o con los riffs toscos y al tiempo elegantes; con la intensidad y el sentimiento de un concierto que no se puede calificar con otra palabra que no sea rock, y con el rock, ya sabéis, ocurre como con la poesía: es justamente aquello que te queda cuando terminas de intentar definir lo que es. La electricidad y la emoción perfectamente amalgamadas fueron las constantes de este concierto que aún llevo resonando en los huesos. Acojonante. Sin más calificativos. No se puede imaginar cuánto lo odio por escribir algunas de las canciones que siempre querría haber escrito.

Quique González ha llevado su carrera con brazo artesano; desde aquel Personal (1998) que salió a la luz en parte gracias a la cabezonería incesante de Enrique Urquijo ante las discográficas, hasta el día de ayer. Y ha sabido alejarse lo suficiente de la etiqueta de cantautor y sus connotaciones más incómodas -como en su día y, salvando las distancias, le tocó a Springsteen deshacerse de la de el nuevo Dylan- sin echar mano de otra cosa que no sean sus propios discos, su trabajo, y a través de la coherencia, cualidad bastante inestable en el panorama musical. Así el repaso a la discografía nos muestra una obra sólida a prueba de vaivenes extramusicales. Más afianzado desde el perfecto La noche americana (2005) y el posterior Avería y redención (2007) en un sonido más coagulado en su formación de banda, Creo que nadie podría discutir que Kamikazes Enamorados (2003), desde su sobriedad magistral y su ausencia casi total de bajos y baterías es un disco de rock, y que cada una de sus pistas leves e intimísimas para nada desmerecen esta clasificación. Uno de los argumentos que juega a su favor, es que sus canciones se elevan por encima de la aparente desnudez al tiempo

El tema que da nombre al disco siempre ha sido uno de los preferidos del autor de este blog. El Do mayor que abre Kamikazes Enamorados sobrecoge y envuelve, hablando de aquellos que se lanzan a por ese algo (¡siempre ese algo!) de un modo frenético aún a sabiendas de que puede , y de hecho lo hará, plantear para ellos su propia calamidad. Los batacazos y los aterrizajes en llamas se suceden a pesar de ese no es imposible con el que se visten las heridas, y lo obtenido nunca alcanza el ideal, el algo, que se mantiene perfecto, intocable, y que permite al que lo busca mantenerse firme; de algún modo, seguir siendo. Pero ¿no es eso definitivamente lo que hace alzar las figuras gigantes o refulgentes entre la multitud a pesar de sus sombras interiores?




No hay vía libre, es una trampa genial.
No hay vía libre, si se divide en un par.
Te obligan a que rime en un verso crucial.
Ávidos por descubrir, y nunca tienen límite

Aún quieren más, no se permiten ir a medio gas.
Crimen racional, siempre mide mal,
causando desperfectos

Como kamikazes enamorados
Como pistoleros de sangre caliente,
juégatela un poco, valiente...
Kamikazes enamorados...

No es imposible, es un asunto trivial.
No es imposible, solo hay películas sin estrenar
esperan a que culmine la escena mortal,
antes de sobrevivir, pisando tierra firme.

Aún quieres más, Estás a tiempo de volverte atrás.
Fuego en el cajón, carne de cañón
Heridas invisibles...

Somos kamikazes enamorados,
somos pistoleros de sangre caliente,
juégatela un poco, valiente.
Kamikazes enamorados...

lunes, 27 de octubre de 2008

Anagnórisis

A pesar de que Agustín se me haya adelantado en su recién inaugurado blog, no quería dejar pasar la oportunidad de contaros alguna cosilla de las acontecidas en el pasado fin de semana, uséase, en el recién finiquitado Encuentro Anual Chosen One. Ya os he hablado antes de toda esta gentuza entre los cuales me incluyo. Todos gente entrañable. Hasta un servidor, si me apuran.

Como decía, el pasado fin de semana se celebró en la localidad cuasi-fronteriza de Fiñana nuestro encuentro anual, y con el beneplácito de las autoridades competentes concurrimos en una más que agradable casa rural la simpática caterva que constituimos.

Antoñazo proveyó a la expedición de armas suficientes como para asaltar Afganistán, así como de centenares de miles de botes de especias variadas; mientras, Manolo, nuestro flamante becario Chosen, recibió en recompensa a sus actitudes una espada (sí, he dicho una espada; a otros les regalan licuadoras), con la que, dicen las malas lenguas, va nombrando caballero o desafiando a diestro y siniestro a todo el personal de tierra y autoridades aeroportuarias almerienses. El Doctor Pantera, fiel a la tradición, durmió siestas merecedoras de record guinnes o de severos estudios científicos.

Como el hecho de narrar día por día todas nuestras actividades puede resultar un tanto lastimoso para los equilibrios cerebrales del que escribe y de los lectores, hoy sólo hare una pequeña referencia-estudio, de base literaria, y así de paso, saco a pasear el título universitario, que andará cogiendo polvo.

Llamamos, en literatura, anagnórisis, al descubrimiento de la verdadera identidad de un personaje de la obra que, hasta entonces ha permanecido oculta para el resto de los personajes o incluso para el propio personaje en cuestión. Durante nuestro fin de semana hemos podido comprobar episodios de anagnórisis, descubriendo en nuestros compañeros y en nosotros mismos, identidades ocultas que nadie sospechaba saldrían a la luz y que han provocado trastornos emocionales de tremenda magnitud. Pero ilustremos los hechos.

Ejercicios de anagnórisis Chosen 2008:

- Se revela la verdadera identidad de Dickysan como el personaje principal de la serie de televisión Me llamo Earl.



- Se revela la verdadera identidad de Agustín (a pesar de haber intentado engañarnos con un infructuoso afeitado de bigote) como uno de los componentes de los Village People.




- Se revela la verdadera identidad de Raúl como Cálico Electrónico.


Pues sí, pequeños y pequeñas, todas estas revelaciones que echan al traste o dan un giro de lo más inesperado a la trama, es lo que conocemos como anagnórisis. Apuesto a que ningún autor clásico concibió ninguna tan catastrófica.

En fin, en el siguiente post, si todavía os queda cerebro indemne, os daré algunos datos más concretos de nuestro periplo fiñanero.

Buenas noches

martes, 21 de octubre de 2008

Más pasos de baile

Esta entrada es para Be, que hará el papel de Debbie Reynolds;
A mi me toca el de Donald O'Connor, por lo payaso, no por el talento.

Una vez intenté aprender a bailar. La magnitud de las carcajadas que provoca el recuerdo de este episodio entre mis conocidos sólo es comparable al nivel de desesperación al que fui capaz de someter a mi sufrida tutora de bailes de salón de la universidad. Las últimas estimaciones médicas señalan que también Be, tras todos estos años, continúa arrastrando secuelas derivadas en parte de los pisotones, en parte de la vergüenza. Mirándolo desde el punto de vista de la autojustificación, se puede decir que por lo menos, ofrecí algunos momentos de música interesantes para que otros los bailaran.

En la última entrada que dejé, os hablaba del perfecto remedio de males que una reposición de Cantando bajo la lluvia supone para algunos de los males que nos andan liando las tardes, mañanas y noches. Recuerdo que una noche -¿o era una mañana?- junto a algunos compañeros y compañeras de título, imbuidos todos por los efluvios cerveceros granaínos, nos juramos y perjuramos llevar a cabo ciertos pasos de baile del susodicho film. Ni que decir tiene que algún hado obró en favor de todos evitando que llevásemos a cabo tal proyecto, además de lesiones irreparables.

Así que esta entrada también es para aquella compañía de correrías literarias y cinematográficas, y para los montones de gente a los que veo bailar muriéndome de envidia mientras yo, adoptando pose de "los tipos duros no bailan", no dejo de marcar el ritmo con las suelas.

Pues eso. Disfrutad de los pasos.

¡Ah! Y buenos días.


jueves, 2 de octubre de 2008

Cinco salvavidas para un verano

Por fin tiramos los últimos restos de verano a la papelera y enfilamos tramos más amables. Vale; sí. Hay veranos espectaculares. Para qué vamos a negarlo; veranos juveniles cuya esencia fundamental es el saber que nunca han de volver a ser. Así de claro.

No sé si lo recuerdas. Hay una escena de Lost in translation, en la que uno de los dos protagonistas comenta:

-No volvamos nunca jamás a este lugar, porque nunca volverá a ser tan divertido.

¿Dónde no deberíais volver nunca? (pregunta para mis tres lectores)


Recuerdo algún verano perdido, perdido también en la traducción, en el intento de recrearlo. No se trata de ninguna novedad. Todos sabemos en qué consiste. Lo que sí es del todo cierto es que ni mucho menos es mi época del año preferida. Los calores granaínos no gozan de mi favor o admiración, por lo que suelo acabar refugiándome en recónditos lugares, lejanos a las playas de telediario, abrazado a salvavidas muy poco ortodoxos, pero tremendamente eficaces, a la hora de hacernos llegar a salvo al puerto tranquilo del otoño y sus mantas, tras el naufragio de otros días.

Cinco salvavidas para un verano.
(Al tratarse de salvavidas factibles, al menos por el momento, ha sido omitida una velada con Julianne Moore.)


- Apenas cuarenta minutos en el cuadro imposible de Muxía.
- El "Volume One" de She and Him.
- La A.K. Damm nocturna. Los quintos diurnos y paisanos.
- El olor de ciudad desierta dispuesta a un reencuentro extraño con viejos amigos o enemigos.
- Una reposición a tiempo de Cantando bajo la lluvia.


También se admiten otras aportaciones. Más trabajo para el trío lector.

Y un temita de regalo por las tardanzas y las broncas.

domingo, 24 de agosto de 2008

Breves batallas: Avance informativo.

Hablo esta tarde con A*. Desde su cama huérfana de cubrealmohada, la reina del contrabando de galletas de canela habla suave al teléfono y tengo la impresión de que va a caer dormida en cualquier momento. A lo largo del verano me ha ido dejando mensajes. Me ha preguntado si me he mudado a otro planeta, si me han amputado las manos, o si es que realmente soy así de vago. Me pregunta en qué diablos estoy pensando para no escribir una sola palabra en meses, y hoy es la segunda persona que me repite que no cuento nada, aunque esto último, me temo, es opinión generalizada. Pero no hay muchas noticias. Es que ando desaparecido. Sólo eso.

Aún así, he jurado y perjurado que esta madrugada dejaría algunas palabras. Al ojo de noticias y señales de vida, encontré esto en el baúl de los recuerdos.

Avance infomativo

Se hizo el silencio en el cielo. Por primera vez en eternidades, el frío estremeció las facciones primigenias mientras el extranjero hablaba al oído inmenso de Dios, que escuchaba e iba exclamando con preocupación:

-Pero... ¿Cómo...? ¿Cuándo ha ocurrido? ¿Cómo es posible que no me haya enterado...?

miércoles, 25 de junio de 2008

Breves batallas. Elena no envía postales.

Debido a un exceso de cortesía por ambas partes, ni Elena quiso preguntar si ya le había enviado su carta ni yo me aventuré a preguntar si la misma había llegado. Ella no quería meter prisas y yo no consideraba correcto pedir impresiones antes de que la destinataria tuviera a bien dármelas. El caso es que la carta en cuestión ha desaparecido. No debería sorprendernos; no es nada nuevo. La correspondencia entre Elena y yo adolece de una suerte de maldición bíblica que, a veces, nos lleva a plantearnos la filiación mefistofélica de los funcionarios de correos, o el desasosiego que provocaría la llegada imprevista de una multitud de postales y sobres apaisados demasiado idealizados ya, en imágenes y letras, con el paso del tiempo; también la inquietud ante la idea de leer o dejarlos en el limbo particular de su momento.

Entre tanto Elena continúa viajando. Yo continúo esperando postales. O tal vez solo diciendo que espero postales. Las siguientes líneas son una pequeña maldad, un justificante que me remití a mi propia dirección hace ya tiempo.

Elena no envía postales
(Justificante probable)


Elena descenderá en un aeropuerto que, como a todos, temo.

Seguirá la ruta exacta que le marqué un día de enero, cuando intentaba hacerle un esbozo de los pasos dados por los protagonistas venecianos de La Cita de Poe mientras alguien nos hablaba, inútilmente, del origen del indoeuropeo. Caminará a intervalos y también recordará, entrando en una tienda ínfima, aquello del amontillado en Carnaval, y sin venir a cuento se verá preguntando por las máscaras que, no sé si sospecha, un verano me quitaron el sueño.

No tendrá hambre y ha de hacer hora hasta que abran el Palazzo Ducale, por lo que Elena recortará calles, casas y sombras que parecen descender al guiado de la línea 4 a la altura de Gare de l’Est y se disipan en la salida de Montparnasse, descrita en una guía que yo estaré deshaciendo a fuerza de intentarla atravesar con los ojos, con las manos. Y sé que después, mientras me tatúo el comienzo del tercer spleen en el ánimo, Elena llevará en los dedos un par de orquídeas que cortó sin permiso de mi recuerdo personal y que, entrando al cementerio, seguro dejará sobre la tumba de Baudelaire, tan cercana y ajena a mis fotografías.

Finalmente, después de alguna duda preliminar, se pondrá el cielo de Venecia en el pelo y decidirá que ésa es la foto más adecuada para acompañar mis envidias. Pero a punto de apretar el bolígrafo, Elena vacilará en un silencio de varios compases y, tras un par de amagos, devolverá las cosas al bolso mientras piensa a fe cierta que no tiene nada interesante que contarme.


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Fotografía: flickr. Para ver los datos de la foto pulsa aqui.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Cinco canciones (VII)

La primera de las cosas que se me vino a la mente fueron los paseos, lúcidos a su manera, de regreso a casa cuando empieza a amanecer, con una parada para un cortado en alguna de las cafeterías que comienzan a abrir. Esa era una. Poco factible por la hora, por las circunstancias, pero válida.

La segunda, me la prohibieron médicamente y creo que estoy planteándome seriamente pasar, una vez más, por alto la prohibición.

Y aquí seguía, buscando, revolviendo una lista: Cinco cosas, cinco escondites en los que, vete a saber, aparece, extraña, reluciente, la calma. Tonterías inconexas -si aparecen- y sin validez demostrable de una vez para otra.

No di con la tercera. Se pasó la tarde completa y parte de la noche sin darme cuenta, como un coche sin luces por una carretera larguísima. "Such is the passage of time... Too fast to fold..." me descubro canturreándome. Y no hay mucho más; aparece ahí. Pongo el disco, me siento, apoyado en la pared de la habitación. Ya es madrugada cuando dejo sonar "Rise".


La banda sonora de Into the wild es probablemente uno de los dos mejores discos que escuché el pasado año. Eddie Vedder se marca un tanto de los de libro. Un disco lleno de sinceridad, de cuidado y de tiempo. De calidez suave y de caminos sin demasiada prisa por concluir. Recuerdo que algunas veces tuve esta conversación con antiguos amigos; y solíamos llegar a la misma conclusión: puedes ser asquerosamente bueno, pero, además, es necesario, tiene que estar el gusto. No te imaginas hasta qué punto es importante. El gusto en cómo tocas, en cómo compones, en cómo lo concibes... lo que sea. Hay canciones cargadas de una calma leve, brillante, con las que hasta el rostro más duro siente cierta conciliación con sus demonios.

Este es un tema con gusto. Un lugar en calma.



Such is the way of the world
You can never know

Just where to put all your faith

And how will it grow


Gonna rise up

Burning back holes in dark memories

Gonna rise up

Turning mistakes into gold


Such is the passage of time

Too fast to fold

And suddenly swallowed by signs

Low and behold


Gonna rise up

Find my direction magnetically

Gonna rise up

Throw down my ace in the hole

jueves, 22 de mayo de 2008

Breves batallas. Energías


-Deberías liberar toda esa mala energía; sacarla fuera. Si no lo haces, va a acabar contigo.

Esto me comentaba Fede Palacios una tarde de Enero, regresando en coche tras preparar el sonido de un concierto para esa noche. Fede, pianista extravagante y personaje mucho más peculiar aún, era unos de los hombres más complacido con la vida que he podido conocer hasta la fecha. Quizá por eso, al verme en mi entonces natural estado de descontrol entre lo taciturno y lo eufórico, no dudaba en hacerme recomendaciones de todo tipo para encontrar la paz interior al tiempo que se rebuscaba en sus interminables bolsillos el papel de fumar que siempre perdía; todos los días le escuchaba decir que acabaría dejando el vicio.

Años más tarde, una madrugada de Mayo, en un desfase horario Granada-Miami di con él. Con su buen humor tan intacto como su espantosa ortografía, me contó algunas historias y charlamos durante largo rato. Cuando, casi sin pensarlo, le pregunté si había dejado de fumar y me contestó que no, me sentí aliviado en cierto modo.

Yo tampoco había declarado la amnistía interior.

sábado, 17 de mayo de 2008

Marcapáginas. En picado.

Martin fue el primero en llegar, y ya se encuentra sentado en la cornisa con las piernas colgando. Era un famoso presentador de televisión hasta que se hizo público un lío amoroso con una joven de quince años y toda su vida hasta la fecha se fue a la mierda. Una temporada en la cárcel, el ostracismo, y el cuchicheo constante de cuantos le ven pasar a su lado. Nada mucho mejor que estar allí, en lo alto del Toppers' House, pensando qué hay que pensar en esos momentos.


Maureen llegó un rato después; tanto tiempo preparándolo y al llegar arriba descubre que no había previsto lo de la valla de seguridad. Pero hay un hombre allí fuera sentado, y él sí ha traído una escalera. Maureen ya no es ninguna joven y lleva toda su vida repitiendo el mismo día, consistente en cuidar de un hijo incapacitado y acudir casi a diario a la iglesia. Así que la celebración de nochevieja es una fecha tan válida como puede serlo cualquier otra.

Jess, por su parte, que se encuentra en una fiesta de okupas en el mismo edificio, ha decidido después de siete Bacardi Breezers y dos latas de Special Brew, que, tras la ruptura con su chico, lanzarse de la azotea profiriendo toda clase de maldiciones y votos, tal vez no sea lo más adecuado para la hija de un ministro laborista, pero, en cambio, sí es la manera más rápida de aligerar el peso, la soledad y también la considerable borrachera que siente esa noche.

Entre tanto, JJ llevaba una pizza para entregar a un edificio de apartamentos del norte. Se sigue preguntando qué cuernos pinta allí, en el edificio, bueno en Londres, bueno... allí. El asunto es que ha decidido que tampoco la azotea del edificio de los suicidas es la peor opción en una comparativa; recapitula: "A ver... tu grupo se fue a la mierda, viste que se había jodido la música que era todo lo que querías hacer en la vida, ahora repartes pizzas y ADEMÁS rompiste con tu chica, que era la única razón por la que estabas en este jodido país. Sí, claro; ya veo por qué te has acabado subiendo aquí arriba". Solo que al llegar a la azotea encuentra a una adolescente chillona y chiflada, una mujer de mediana edad con pinta de asistenta, y a un presentador de un programa de entrevistas de la tele con cara de torta. "No pegaban nada el uno con el otro. El suicidio no se inventó para gente como ésa. Se inventó para gente como Virginia Woolf y Nick Drake." Pero allí está; con ellos. Con una pizza debajo del brazo y una cita de Raymond Carver en la cabeza.

No hace demasiado compré En picado, otra novela de Nick Hornby. Llevaba tiempo queriendo leerla. La compré una tarde y leí las primeras 160 páginas esa misma noche en la barra de un café. Guardé las restantes 160 para unos días más tarde ante la posibilidad de que todo se me esfumase demasiado rápido como para poder comentar conmigo mismo. Tras algo mas de una semana de por medio, hace unos días se acabó de deslizar la última página. En picado es una historia de desencanto. De suicidas sin caer en melodramas ni monólogos de filiación decimonónica; de una azotea en la que concurren cuatro puntos de vista enfocados en plano picado, para ir lentamente y poco a poco girando sobre sí y convertirse en una cámara subjetiva que va guiando la narración. He recogido trocitos de esos puntos de vista; de sus miradas, sus pasos y sus blasfemias (perdona, Maureen), y sobre todo del concepto vedado de la conciencia de la infelicidad. ¿Es malo? Quién sabe. Aunque parece estar más claro es que no está muy bien visto ser consciente de la infelicidad y estar cabreado por ello y dispuesto a cortar por lo sano. Tampoco hay ningún decreto ley por el que se deba nacer con una voluntad titánica de serie para sobreponerse a ella.

"...decirme a mí que puedo hacer lo que quiera es como quitar el tapón de la bañera y decirle al agua que vaya donde le plazca. Prueben a hacerlo. A ver qué pasa."

Hornby es capaz de desposeer al suicidio de toda mística trascendente sin hacer que los personajes queden abandonados a una función de marioneta de cachiporra. A través de su perspectiva, su acento cómico, incluso ácido a veces, parece ilustrar que las cosas más cotidianas quizá son las más dolorosas, las que dan más razones para aplastar un cigarrillo antes de haber consumido la mitad o desconectar todas las alarmas de la mañana. Pero del mismo modo puede llevar la situación a lo caótico, a lo esperpéntico provocando una carcajada agradecida, en mitad de un ningún sitio o tiempo en el que viven personajes que, sin aguantarse entre ellos o importarles lo más mínimo que alguien tire de la cadena y el planeta se cuele por un sumidero cósmico, saben que no tienen nada mejor que hacer que estar allí. Y pararse; y mirar; mirarse. tranquila o alocadamente. Y maldecir, callarse, tomar café, inventar imposibles historias acerca de ángeles con caras de actores famosos o, simplemente, irse de vacaciones.

Aunque sea con los pies al borde del abismo.

jueves, 24 de abril de 2008

Oficina de correos


Recibo una llamada; C** me dice que le ha llegado una canción que le envié. La voz le vacila entre un algo de preocupación y otro algo más de sarcasmo. Me pregunta si ocurre algo y respondo que cuál es el motivo de la pregunta. La contestación me trae desconcertado desde hace días:

-Es por la canción; es alegre.

viernes, 14 de marzo de 2008

Cinco canciones (VI)

Hoy fui a recoger unas fotos; de las últimas que me quedaban por revelar (si, revelar; además de viejo, uno es un nostálgico) de cuando me subía a los escenarios. Algunas de la imágenes me han hecho reír. Situaciones de todo tipo se suceden. Las fotografías activan espoletas que detonan multitud de recuerdos, raíces, una suerte de metralla que me trae a la mente detalles perfectos, finos. Es curioso; para muchas otras cosas nunca he tenido buena memoria.

Bueno, además de esto, aparece la sexta entrega de las canciones de aquella lista de cinco, quizá ahora algo más desenredada de ese propósito inicial y saliendo por su cuenta, con sus prontos y sus previos. El caso es que siempre se anda en espera de acordes. También pueden ser ganas de contradecirme. Al fin y al cabo todo son necesidades, adicciones. No imagino el transcurso de las horas sin las canciones atravesándose, como animales en la carretera, en cualquier momento. Muchas veces se hacen necesarias. No sé cuántas veces a la semana me autoinduzco estados de ánimo determinados con temas concretos; lo que sí sé es que no puedo dejar de hacerlo, y que me calma.

La canción que hoy dejo me cogió de improviso. The Flame Still Burns es el tema central de una película, Still Crazy (en español, Siempre Locos), acerca de los avatares de un grupo. Una comedia; divertida en extremo y probablemente una de las visiones de un grupo de rock más honesta que he visto en todos estos años. Con sus desafines, sus escatologías, sus movidas, momentos sublimes, y, sobre todo, canciones. Rock and Roll.

quizá, entre imágenes y metralla, podría añadir

...con sus reventones de hernia en el escenario de un lugar lejano a cualquier galaxia conocida; con las llegadas a conciertos para los que olvidas echar una guitarra al equipaje; con las múltiples denuncias acumuladas; la metamorfosis imprevisible de los temas en el primer contacto con la electricidad; con la garganta a punto de partirse en dos en el momento más inoportuno, o la desmembración quirúrgica de un piano por piezas; con los técnicos de sonido extraterrestres; con las canciones a puerta cerrada o con la sensación de la multitud vibrando entre los acordes; con el verso, la idea, el riff dándote vueltas en la cabeza, en las hojas, en los dedos...

Sí; todo eso es rock. Apropiándome del verso de Lope, quien lo probó lo sabe.




I live a life that's surreal
Where all that I feel I am learning
Oh life, has been turned on the lathe
Reshaped with a flame that's still burning

And in time, it's all a sweet mystery
When you shake the tree of temptation
Yeah and I, I know the fear and the cost
Of a paradise lost in frustration

And the flame still burns
It's there in my soul for that unfinished goal
And the flame still burns
From a glimmer of then
It lights up again in my life
In my life, yeah

I, I want my thoughts to be heard
The unspoken words of my wisdom
Today, as the light starts to flow
Tomorrow who knows who will listen

But my life has no language of love
No word from above is appearing
Oh the time, in time there's a fire that's stoked
With a reason of hope and believing

And the flame still burns
It's there in my soul for that unfinished goal
And the flame still burns
From a glimmer of then
It lights up again in my life
In my life, yeah


Keep rolling keep that flame still burning
Keep on rolling while the world keeps turning
Yeah, keep a'rolling
Yeah, keep a'rolling, yeah

domingo, 24 de febrero de 2008

Marcapáginas. Pasos de Baile

Los chicos estaban sentados a la mesa. El hombre los miró. A la luz de la lámpara, creyó ver algo en sus caras. Algo agradable o desagradable. ¿Quién podía saberlo?

—Voy a apagar la televisión y a poner un disco —dijo el hombre—. También vendo el tocadiscos. Barato. ¿Cuán­to me dais por él?

El hombre acabó su whisky y se sirvió otro. Luego encontró la caja de los discos.

—Elige algo —animó a la chica, y le tendió los discos.

El chico extendía el cheque.

—Ahí tiene -contestó la chica eligiendo uno, uno cual­quiera, porque no conocía los nombres de las tapas. Se levantó de la mesa y se volvió a sentar. No quería estar sentada y quieta todo el tiempo.

—Estoy poniendo el importe —anunció el chico.

—Claro —dijo el hombre.

Bebieron. Escucharon el disco. Luego el hombre puso otro.

¿Por qué no bailáis?, decidió decir; y lo hizo:

—Eh, chicos, ¿por qué no bailáis?

—No, no —dijo el chico.

—Venga —insistió el hombre—. Es mi jardín. Podéis bailar si os apetece.


Abrazados, con los cuerpos muy juntos, el chico y la chica se deslizaban de un lado a otro por el firme de la entrada. Bailaban. Cuando se acabó el disco, bailaron con el siguiente, y cuando se acabó éste el chico de­claró:

—Estoy borracho. Y la chica negó:

—No estás borracho.

—Sí, estoy borracho.

El hombre dio la vuelta al disco, y el chico repitió:

—Lo estoy.

—Baila conmigo —le pidió la chica al chico, y luego al hombre; y cuando el hombre se levantó, avanzó hacía él con los brazos abiertos.

—Esa gente de allí. Están mirándonos -observó la chica.

—No pasa nada —dijo el hombre—. Es mi casa.

—Que miren —dijo la chica.

—Eso es —la apoyó el hombre—. Creían haberlo visto todo en esta casa. Pero no habían visto esto, ¿eh?

Sintió el aliento de la chica en el cuello.

—Espero que te guste la cama.

La chica cerró los ojos; luego los abrió. Pegó la cara contra el hombro del hombre. Y atrajo su cuerpo hacia sí.

—Debes de estar desesperado o algo parecido —le dijo


Fragmento de "¿Por qué no bailáis?" de Raymond Carver, en

Raymond Carver: "De qué hablamos cuando hablamos de amor".
Anagrama. Barcelona, 1993. Traducción de Jesús Zulaika.


miércoles, 13 de febrero de 2008

Edad

He cumplido años... a quién se le ocurre, a mi edad...

Ojalá pudiese no pensar en ello.

Caen como balas. Y están ahí, mientras pido o leo una carta del extranjero. Lesiones curiosas, a veces ínfimas, pero también rematadamente hijas de puta. Ya decía Vallejo hablando de los golpes... son pocos; pero son.

Calzado con las all star que Be me regaló en recuerdo de otros días, con un disco sonando mil veces, entre palabras estratégicas, estrategas, uno se descubre aferrado a pequeñas luces, no sin una sensación complicada clavada en la espalda...



Estas noches encerrado en casa
en vez de rastrear por esas calles,

en vez de regresar por la mañana,

escucho algunos discos de antes.

Estas noches encerrado en casa,

a salvo de encontrarme contigo...

hay veces en que espero una llamada

con tal de no cruzarme conmigo.


Sólo trato de mirar el pasado

sin dejar que el corazón se arrepienta.

Yo tampoco estoy preparado,

siempre dejo alguna puerta entreabierta

entre tú y yo.


Lenta pasa la tormenta

y los gatos tiemblan sobre el capó.

No me enseñes lo que ya aprendí,

no me digas lo que pude hacer

mucho mejor.


Estas noches encerrado en casa,

tan lejos de mis viejos amigos...

hay noches que no encuentro casi nada

de todo lo que ayer era mío.


Y sólo trato de mirar el pasado

sin dejar que el corazón se arrepienta.

Yo tampoco estoy preparado,

siempre dejo alguna puerta entreabierta

entre tú y yo.


Lenta sube la marea

cuando surge la primera canción.

No me enseñes lo que ya aprendí,

no me digas lo que pude hacer

mucho mejor.

miércoles, 6 de febrero de 2008

El ojo de la mujer

Un caso de buscada casualidad. Me explico: Soy usuario casi diario de las diferentes bibliotecas de la ciudad; nunca he estudiado en otro sitio y son lugares ideales para desaparecer a ratos. Recuerdo estar peleando con algún tema de la puñetera oposición. Había, hay días así; es inevitable. Solía poner un pequeño cartel en el pupitre con dos mensajes a utilizar según conveniencia o circunstancias; por un lado decía: "Estado de concentración total. No agitar. No tocar. Peligro. Abstenerse". Al girarlo el mensaje era otro: "Por lo que más quiera: ¡Interrúmpame! cualquier tema será gratamente recibido". Hay días así; se intenta a toda costa lanzarse sobre cualquier cosa que te agarre y saque de aquello. En mi caso, el vagabundeo por las estanterías es una balsa agradable al tiempo que firme, y la elección casual de un tomo, una costumbre que espero no perder. Fue en una de esas que me vi leyendo, de pie, apoyado en la estantería, El ojo de la mujer, un pequeño tomo de poesía que me acompañó a casa y a otros tantos sitios. El día que tuve que devolverlo a la biblioteca entré directamente a buscarlo en la librería. Hoy sigue siendo una lectura asidua.

También hoy leo en la cuestionable sección de cultura del diario Ideal de Granada una reseña mientras disfruto en un bar de mi cotidiano encuentro fugaz con el café: Gioconda Belli gana el 50º premio Biblioteca Breve con "El infinito en la palma de la mano". Y miro, y ojeo la noticia tranquilamente, con la taza de café en el duro oficio de calentarme las manos. Es un encuentro madrugador y amable con una cara conocida, con la cara que firmaba aquellos versos de El ojo de la mujer.

Nunca había visto describir una desnudez del modo en el que ella lo hace. Siempre es lo primero que me viene a la mente; no había visto una desnudez como esa. La mujer desde todos los ángulos, se va desplegando como mujer-poema; ya sea desde su propia contemplación o desde la que le devuelven los ojos y cuerpos ajenos. Se extiende como si cada elemento, dedos, pelo, pecho, o curva de su piel enraizase con una naturaleza primigenia, reafirmando su capacidad creadora; naturaleza y mujer-poema, la cual va creando sobre sí misma. Siempre me da la impresión de adentrarme en cierta mística, cierta nocturnidad; en una calma lunar al volver a sus poemas. Algo secreto de lo que se sonríe ante mi incapacidad, pero también algo que la hace estremecer. La conciencia de su sexo, de sus identidades, de su forma, de sus certezas, se cruza en carriles con el descubrimiento de sus movimientos, de sus edades, de sus violencias y bajadas a los sótanos, de sus re-nacimientos y des-nacimientos. He ahí el ojo de la mujer.


Le había hablado a Be de aquel libro. Creo que le hablé más de lo que suelo, y eso debió parecerle extraño. Un tiempo más tarde, citándome en Gran Vía me regaló -sutilmente atravesado por un marcapáginas con fragmentos de un himno de Baudelaire- Apogeo, otro libro de poemas posterior. Allí está el apogeo de esa imagen reflejada en cada ámbito, esquina, papel o piel. El apogeo plantado en la encrucijada de la plenitud y también de los miedos. Re-creándose; desplegándose y contrayéndose como letras o cuerpos en contacto; lanzando sus raíces en movimientos cargados de erotismo y sabiduría, la mujer-poema se descubre.

No me arrepiento de nada

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.

Gioconda Belli. Apogeo
Colección Visor de Poesía