jueves, 2 de octubre de 2008

Cinco salvavidas para un verano

Por fin tiramos los últimos restos de verano a la papelera y enfilamos tramos más amables. Vale; sí. Hay veranos espectaculares. Para qué vamos a negarlo; veranos juveniles cuya esencia fundamental es el saber que nunca han de volver a ser. Así de claro.

No sé si lo recuerdas. Hay una escena de Lost in translation, en la que uno de los dos protagonistas comenta:

-No volvamos nunca jamás a este lugar, porque nunca volverá a ser tan divertido.

¿Dónde no deberíais volver nunca? (pregunta para mis tres lectores)


Recuerdo algún verano perdido, perdido también en la traducción, en el intento de recrearlo. No se trata de ninguna novedad. Todos sabemos en qué consiste. Lo que sí es del todo cierto es que ni mucho menos es mi época del año preferida. Los calores granaínos no gozan de mi favor o admiración, por lo que suelo acabar refugiándome en recónditos lugares, lejanos a las playas de telediario, abrazado a salvavidas muy poco ortodoxos, pero tremendamente eficaces, a la hora de hacernos llegar a salvo al puerto tranquilo del otoño y sus mantas, tras el naufragio de otros días.

Cinco salvavidas para un verano.
(Al tratarse de salvavidas factibles, al menos por el momento, ha sido omitida una velada con Julianne Moore.)


- Apenas cuarenta minutos en el cuadro imposible de Muxía.
- El "Volume One" de She and Him.
- La A.K. Damm nocturna. Los quintos diurnos y paisanos.
- El olor de ciudad desierta dispuesta a un reencuentro extraño con viejos amigos o enemigos.
- Una reposición a tiempo de Cantando bajo la lluvia.


También se admiten otras aportaciones. Más trabajo para el trío lector.

Y un temita de regalo por las tardanzas y las broncas.

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