domingo, 30 de noviembre de 2008

¡Swing!

Todavía mis pies calzan la resaca de swing tras el tremendo concierto de No Reply del pasado jueves en Planta Baja; y creo que debe ser una de las primeras resacas que no estoy maldiciendo ni me están llevando a hacer juramentos llamados al olvido tras el efecto balsámico del café y los analgésicos.

El accidental descubrimiento de estos madrileños el pasado verano ha sido uno de los sucesos musicales afortunados de este año, así que la anunciada visita a Granada no podía ser pasada por alto. Me apresuré a llamar a los conocidos, que acudieron llegando a constituir el 20-25% del aforo de la sala (reconforta saber que aún el que escribe mantiene cierta credibilidad en cuanto a opinión musical se refiere, de la otra para qué vamos a hablar...), que no registró una presencia de público demasiado destacable.

El concierto empezó tarde, bastante más tarde de lo previsto debido, por lo que luego supimos, a problemas de índole técnico, municipal, y gastronómico. Pero una vez iniciado supieron ganarse al no demasiado fácil respetable granaino. El ritmo creciente, la complicidad de los músicos en el escenario, la calidad sobresaliente como músicos, y las ganas y el gusto exhibido hicieron que la sala (incluyendo a un servidor) bailasen a pierna suelta. Y es que de entre lo mucho apreciable en el directo de esta formación se puede subrayar que el espectáculo no viene a suplir en modo alguno carencias musicales, sino que por el contrario, la enorme calidad de los músicos que podría resultar en otro caso fría, viene complementada a la perfección por una química de la que hacen partícipe en todo momento al espectador, al que no le pasa inadvertido que, lejos de estar asistiendo a un teatro, los músicos se lo están pasando de miedo ahí arriba. Y eso se contagia con una facilidad y velocidad sorprendentes.

Adjuntas a la presentación de su disco Drunkology nos regalaron piezas intermedias impagables, tanto de corte clásico -Americano, con ciertos aires a la versión de Setzer- como sintonías más informales -tremenda interpretación y locura colectiva con los acordes de El Inspector Gadget-. El swing más desatado derivó en momentos de ska que no desentonan sino que refrescan el sonido. Una actuación repleta de matices personales pero con una cohesión total reflejo de un trabajo y una idea perfectamente llevados a cabo. Nadie debería dejar pasar la oportunidad de ver a los madrileños sobre el escenario, puesto que si el disco está conseguido, el directo sube el listón a cotas mucho más altas.

Al final del concierto, las dos groupies menos agraciadas de la sala -Agustín y un servidor- estuvimos hablando con todos los componentes (todo un trabajo encontrar a cada uno de los nueve) que nos comentaron sus peripecias con las grúas y las tapas granaínas. Compramos su disco a un precio razonable y hoy escribo estas líneas mientras suena de fondo Bad Joke. Para que os hagáis una idea, aquí tenéis un vídeo de un directo que aparece en su myspace.



lunes, 24 de noviembre de 2008

El espectáculo debe continuar

Volvemos a encontrarnos frente a otro 24 de noviembre. El año pasado a raíz de la coincidencia de fecha con la boda de Antoñazo (que también acaba de estrenar un blog -estamos de inauguraciones- imprescindible para casos críticos entre los que me acabo incluyendo) con el aniversario de la muerte de Freddie Mercury escribí algunas líneas en un post. No voy a volver a decir lo que allí dije. Queen será siempre uno de los grupos de esa lista que cada día empiezo. Y Freddie, siempre será Freddie. Y no me hagan hablar de Paul Rodgers, que, realmente, es el que menos culpa tiene.

Se suele decir bastante libremente que Freddie Mercury es una leyenda del Rock. Desde el punto de vista semántico de la palabra no puedo suscribir la afirmación. Freddie Mercury fue tan real que la categoria de leyenda pierde su radio de acción. Todo está ahí; todo se escucha, se ve, se siente. Él se construyo a sí mismo y se hizo realidad tal y como quiso. Es Rock; tan tremendamente humano como divino, pues.

Otro año más escribo escuchando los acordes de Queen. Es todo lo que hace falta. Así que hoy no me extiendo más.

Otro año, Freddie. Aún yéndote como los grandes, qué putada nos hiciste.


miércoles, 19 de noviembre de 2008

Cinco canciones (VIII)

El concierto del pasado sábado de Quique González y la Aristocracia del Barrio me ha hecho recordar en apenas dos horas todas las cosas que me gustan y que me hacen imprescindible la música.

Las canciones bien hechas, el mimo en las estrofas, las asonancias brillantes, o los versos libres caídos como un mazo en el ánimo, no se riñen con las guitarras crujientes y afiladas, o con los riffs toscos y al tiempo elegantes; con la intensidad y el sentimiento de un concierto que no se puede calificar con otra palabra que no sea rock, y con el rock, ya sabéis, ocurre como con la poesía: es justamente aquello que te queda cuando terminas de intentar definir lo que es. La electricidad y la emoción perfectamente amalgamadas fueron las constantes de este concierto que aún llevo resonando en los huesos. Acojonante. Sin más calificativos. No se puede imaginar cuánto lo odio por escribir algunas de las canciones que siempre querría haber escrito.

Quique González ha llevado su carrera con brazo artesano; desde aquel Personal (1998) que salió a la luz en parte gracias a la cabezonería incesante de Enrique Urquijo ante las discográficas, hasta el día de ayer. Y ha sabido alejarse lo suficiente de la etiqueta de cantautor y sus connotaciones más incómodas -como en su día y, salvando las distancias, le tocó a Springsteen deshacerse de la de el nuevo Dylan- sin echar mano de otra cosa que no sean sus propios discos, su trabajo, y a través de la coherencia, cualidad bastante inestable en el panorama musical. Así el repaso a la discografía nos muestra una obra sólida a prueba de vaivenes extramusicales. Más afianzado desde el perfecto La noche americana (2005) y el posterior Avería y redención (2007) en un sonido más coagulado en su formación de banda, Creo que nadie podría discutir que Kamikazes Enamorados (2003), desde su sobriedad magistral y su ausencia casi total de bajos y baterías es un disco de rock, y que cada una de sus pistas leves e intimísimas para nada desmerecen esta clasificación. Uno de los argumentos que juega a su favor, es que sus canciones se elevan por encima de la aparente desnudez al tiempo

El tema que da nombre al disco siempre ha sido uno de los preferidos del autor de este blog. El Do mayor que abre Kamikazes Enamorados sobrecoge y envuelve, hablando de aquellos que se lanzan a por ese algo (¡siempre ese algo!) de un modo frenético aún a sabiendas de que puede , y de hecho lo hará, plantear para ellos su propia calamidad. Los batacazos y los aterrizajes en llamas se suceden a pesar de ese no es imposible con el que se visten las heridas, y lo obtenido nunca alcanza el ideal, el algo, que se mantiene perfecto, intocable, y que permite al que lo busca mantenerse firme; de algún modo, seguir siendo. Pero ¿no es eso definitivamente lo que hace alzar las figuras gigantes o refulgentes entre la multitud a pesar de sus sombras interiores?




No hay vía libre, es una trampa genial.
No hay vía libre, si se divide en un par.
Te obligan a que rime en un verso crucial.
Ávidos por descubrir, y nunca tienen límite

Aún quieren más, no se permiten ir a medio gas.
Crimen racional, siempre mide mal,
causando desperfectos

Como kamikazes enamorados
Como pistoleros de sangre caliente,
juégatela un poco, valiente...
Kamikazes enamorados...

No es imposible, es un asunto trivial.
No es imposible, solo hay películas sin estrenar
esperan a que culmine la escena mortal,
antes de sobrevivir, pisando tierra firme.

Aún quieres más, Estás a tiempo de volverte atrás.
Fuego en el cajón, carne de cañón
Heridas invisibles...

Somos kamikazes enamorados,
somos pistoleros de sangre caliente,
juégatela un poco, valiente.
Kamikazes enamorados...