sábado, 7 de marzo de 2009

Cerrado.

Pues eso.

Cerrado.

lunes, 5 de enero de 2009

Marcapáginas. Luces y sombras: Tess Gallagher, Raymond Carver, J. Agustín Goytisolo.

Recuerdo que una vez me regalaron un pequeño jardín zen en un tupperware de cristal ignífugo. En la tarjeta se podía leer algo parecido a kit antiestrés para cantantes neuróticos. A pesar de la evidente sorna y mofa que hacia mí había en los autores de la idea, no pude tomármelo a mal ; los desórdenes de todo ámbito y ubicación que me acompañan se vieron durante no pocos momentos aplacados, al tiempo que reconvertidos en pequeñas figuras, siluetas, desiertos de bolsillo con dunas de felino en reposo, o aguas figuradas en encuentro.

No dudo que me haría falta algo más que esto -pongamos un subfusil patrocinado por mi buen A**- si las navidades durasen todo el año. Me imagino que la combinación de cenas de navidad, sorteos, y el maremágnum de voces, sprays de nieve artificial y sistemas públicos de amplificación de villancicos en camiserías, restaurantes pakistaníes, y mutuas de seguros, son un cóctel demasialdo cargado para mi.

Aunque no he perdido opción de pasear y pasar por mi librería preferida llena hasta la bandera, para regocijo, imagino, de sus dueños, y para cierta complicación del que escribe. Tampoco he querido desentonar de todos los que se apelotonaban sobre el pequeño mostrador y, al llegar mi turno, he pedido, no sé si con más ironía que amabilidad, que me envolviesen mis compras para regalo. Al fin y al cabo... ¿no son los propios regalos un acierto casi seguro?

¿Todo esto al caso de qué?

He comprado y comenzado a leer El puente que cruza la luna, de Tess Gallagher. Todo lo que sabía de esta mujer es lo que lei en el prólogo de la obra poética de Carver y que supervisó gran parte de su genial obra. Pero eso ha sido más que suficiente. Más en estos dos últimos años, en los que Ray Carver -discúlpeseme la confianza- ha sido línea contínua, intermitente, de paso, de una carretera compleja y nocturna de lecturas para sobrevivir, por muy irónico que esto suene, tratando lo que se trata.

El libro se anuncia a sí mismo en la contraportada como "un homenaje íntimo al marido muerto: al hombre galvánico y contradictorio que fue Raymond Carver". Esta presentación me hizo desconfiar de primeras: Demasiado presente el nombre del esposo para hacer atractiva la obra, al igual que en la previa "Carver y yo" (Bartleby Editores 2007), con lo cual, debería haberlo dejado pasar, pero la reflexión me llevó por derroteros más simples. ¿Cuál es el problema?

¿No era acaso eso lo que yo andaba buscando? No me acerqué a ese volumen buscando a Tess Gallagher, sino buscando a Raymond Carver, buscando ahondar más en las profundidades del hombre; buscando al autor de De qué hablamos cuando hablamos de amor, o de la disección más fríamente precisa que he podido asimilar del miedo:

(poema completo en el enlace)
Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
(...)
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
(...)
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
(...)
Una vez aclarado eso, dejé mi reticencia inicial de lado y me dispuse a ojear en el rincón de estanterías que los compradores de diciembre evitan, el volumen referido. Y aquí encontré el punto definitivo que me hizo llevarme el poemario bajo el brazo y bien envuelto junto al consabido marcapáginas que siempre me dispensa la casa: El poema inicial que abre el conjunto:



Ahora somos como aquel montón mate de arena
del jardín del Pabellon de Plata de Kyoto
diseñado para revelarse sólo a la luz de la luna

¿Quieres que esté de duelo?
¿Quieres que guarde luto?

¿O, como la luz de la luna en la arena blanquísima,
que use tu oscuridad para brillar, para relucir?

Brillo. Estoy de duelo.


Me gusta. Más allá del sincretismo de esquinas pulidas que ofrece, la idea de las luces y las sombras, de los claroscuros como reflejo de los estados anímicos o del espíritu, siempre me ha atraido. La sombra, la ausencia en este caso, como contrapartida necesaria para afirmar la propia luz, como condición indispensable. Los destellos de sombra iluminan, germinan en las páginas de El puente que cruza la luna como el leitmotiv que permiten descubrir piezas delicadas, cuidadas.

Al igual que para el rebelde es absolutamente necesario aquello contra lo que se rebela, sin poder asumir su falta, pues eso significa su propia ausencia, las oscuridades y las luces procesan necesidades recíprocas; insalvables; abocadas. Como una sentencia primigenia e irrecurrible, inscrita en personas y cosas. Volviendo a leer este comienzo, ya en casa, me ha venido a la mente otro texto, perteneciente a un libro que he perdido ya dos o tres veces en préstamos o en el mano a mano, y al que guardo espacios reservados, cajas de seguridad de esta mala memoria. El libro se llama La noche le es propicia, y el poema en cuestión Para que habite entre su luz:

Todo el mundo es luz y sombra
pero a él la sombra le siguió
más que la luz y oscurecía
de igual modo un suceso alegre
que el reposo entre dos abrazos.
Ese aire gris sobrevolaba
sus pensamientos día a día
y le acosó por los jardines
por los hoteles y sus camas
manteniéndole prisionero
del insomnio y la soledad.
Sólo el humo de un cigarrillo
o la ebriedad o la pasión
le apartaban ciertos momentos
de una suerte sin caridad.
Por eso ella le acompaña
cuando bebe y respira el humo
y le desviste y se desviste
para que habite entre su luz.
En La noche le es propicia (Lumen, 1992) José Agustín Goytisolo cuenta la historia de dos personajes encontrados en cualquier ciudad, y su relación durante una noche. Dos personas más definidas por rasgos como la luz o la sombra que por sus propias características físicas, perfectamente trazadas en un ejercicio poético tan perfecto como tangible. Entendemos por sinestesia una sensación subjetiva de correspondencias entre sentidos diferentes: "Todo el mundo es luz y sombra", dice el primer verso. Los claroscuros de los personajes son palpables, besables, audibles, visibles. Y envuelven y separan sus luces y sus sombras creando mareas de claridad y oscuridad que luego vuelven a desaparecer.

Tal y como ocurre con los personajes que conocemos o con los que nos identíficamos ante el espejo, seres luminosos que precisan esa oscuridad abismal para ser simplemente ellos. Tal y como ocurre con los silencios o o las palabras mudas; con los nervios descontrolados que encuentran la calma en los espacios en blanco y su disposición delicada en las hojas.

Como con los perfectos jardines zen en recipientes de comida congelada.



Créditos de la imagen inicial aquí.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

...pasad buenas fiestas y esas cosas...


Y mira
que me da a mi cosa esto de las navidades...
Pero puestos a felicitar... mejor como es correcto.




miércoles, 17 de diciembre de 2008

El fin de semana... Choseando... que debe ser gerundio.

¿Qué oscuros recodos de la mente te empujan a tomar las decisiones, las actitudes, las opciones más extrañas de todo el conjunto de posibilidades? ¿Qué empuja a un tipo como Dickysan a meterse en un coche durante un trayecto de más de dos horas con un sindicalista bigotudo, un yonqui en estado comatoso, y un mono de peluche al que hay que sedar para que no se altere en el viaje?

Todo son misterios. En este punto pasan demasiadas ideas por la cabeza. Y bastante tiene uno con no estrellar el coche en un arranque tonto.

Pero el caso es que esperaba el momento con ganas.

El pasado día 12 nos reunimos en Almería, con centro de operaciones en la mansión del ínclito Toñazo (Antoñazo Parafernalia Paramilitar, consúltese para más datos) los Chosen #1, en un encuentro no oficial aunque del todo necesario y beneficioso. La cerveza corrió a raudales, el anís del mono queda suspendido hasta nuevo aviso como condimento gastronómico, descubrimos que Cthulhu -otro Chosen honorífico- tiene una familia de lo más simpática, cantamos a pleno pulmón mientras Raul descubría que su coche no frenaba, y supimos encontrar un equilibrio casi aceptable entre hacer el macarra de la forma más extrema y comportarnos como unos totales marujos.

Ya os he hablado antes de los Chosen... profundicemos un poquito más...

¿Qué hace de estos tipejos una suerte de gentucilla entrañable?
Dejemos, una vez más, que las imágenes hablen por sí mismas.

Antoñazo.

Por si alguno de ustedes requiere ser puesto en antecedentes de lo que pueden observar en la foto, les diremos que la misma no corresponde al rodaje de "Rambo 6" ni "Predator vs. Titanic" o demás filmes que probablemente mi amigo Radwulf consideraría fundamentales. Esta imagen en la que podemos ver al bueno de Antoñazo dispuesto a convertir una rama de chopo en una porra de reglamento con la única ayuda de un cuchillo choricero corresponde a su viaje de bodas, el cual quiso disfrutar en las selvas colombianas cazando jaguares a porrazo limpio. Según informadores acreditados, el arrasamiento y reducción a cenizas de dos supuestos cuarteles de las FARC sólo fueron daños colaterales accidentalmente producidos mientras perseguía a una Phyllobates terribilis para preparar wasabi casero para la cena. La esposa del aludido todavía rehusa hacer declaraciones, suponemos que algo molesta por hacerla aquel pasar por el trago de esconder en su maleta armas de destrucción masiva a la hora de atravesar la frontera.

Doctor Pantera

A pesar de que se podría hablar largo y tendido sobre este sujeto baste decir que su piso es el equivalente a Mordor en el Zaidín granaíno. El Doctor Pantera es el ejemplo máximo de supervivencia bajo condiciones extremas de exposición a todo tipo de sustancia que se le ponga a tiro. Su caso es únicamente comparable con el de Keith Richards, pero este último no tiene tanto mérito si hacemos una comparativa de las posibilidades económicas de cada uno. A pesar de estas situaciones el Doctor Pantera es el único humano conocido capaz de alimentarse durante 25 años únicamente de carne en salsa y cerveza, o de recordar un DVD completo de chistes de Chiquito. En la foto pueden observar junto a él a su compañero de piso, de juergas, de cambalaches y demás historietas: Piticli. Tanto él como su singular monete poseen una percepción especial de las cosas que les hace ser el centro de atención de todo evento social que se preste de serlo. En la foto observamos la última reconciliación del duo tras los incidentes que llevaron a ambos a denunciarse mutuamente. Piticli no hace declaraciones acerca de sus últimos encontronazos con las fuerzas del orden y repite que desconocía completamente que alguien hubiese rellenado su interior con ciertas sustancias. Pantera sólo declara que el hecho de que le extirpasen un riñon mientras dormía no señala que fuese realmente obra del simio.

Radwulf

Radwulf, -eterno ex becario y último miembro de derecho de la plantilla- como podemos comprobar en esta instantánea, es un hombre con inquietudes culturales; aquí lo podemos ver repasando hasta sus últimas líneas su número de Playboy Almeria, del cual desgrana todos sus mensajes visuales y desencripta los mensajes cifrados y subliminales que dicha publicación maneja. Por todo ello podemos decir que Radwulf es un tío cocienzudo. Además de ello es un economista nato y un ilustrador brillante: se pasa la jornada dibujando marcianos y héroes de leyenda sobre los espacios en blanco de nóminas sin resolver. También es archiconocida su fama de negociante: Nadie saca los barriles de cerveza caducados a un precio mejor. Como pueden ver, Radwulf ha de llevar gafas de sol la mayor parte del tiempo. Lejos de ser un síntoma de fotofobía chosen, esto se debe al consumo sobredimensionado de puritos ducados exprés, de los que la marca emisora le ha nombrado socio. Esta imagen tomada a traición es la última que pudo sacar el fotógrafo. Fotografiar e interrumpir a Radwulf sus meditaciones encontrándose éste además en proceso de dieta de biomanán y callos con garbanzos, es jugar con la muerte.



...y próximamente... algo más.

domingo, 30 de noviembre de 2008

¡Swing!

Todavía mis pies calzan la resaca de swing tras el tremendo concierto de No Reply del pasado jueves en Planta Baja; y creo que debe ser una de las primeras resacas que no estoy maldiciendo ni me están llevando a hacer juramentos llamados al olvido tras el efecto balsámico del café y los analgésicos.

El accidental descubrimiento de estos madrileños el pasado verano ha sido uno de los sucesos musicales afortunados de este año, así que la anunciada visita a Granada no podía ser pasada por alto. Me apresuré a llamar a los conocidos, que acudieron llegando a constituir el 20-25% del aforo de la sala (reconforta saber que aún el que escribe mantiene cierta credibilidad en cuanto a opinión musical se refiere, de la otra para qué vamos a hablar...), que no registró una presencia de público demasiado destacable.

El concierto empezó tarde, bastante más tarde de lo previsto debido, por lo que luego supimos, a problemas de índole técnico, municipal, y gastronómico. Pero una vez iniciado supieron ganarse al no demasiado fácil respetable granaino. El ritmo creciente, la complicidad de los músicos en el escenario, la calidad sobresaliente como músicos, y las ganas y el gusto exhibido hicieron que la sala (incluyendo a un servidor) bailasen a pierna suelta. Y es que de entre lo mucho apreciable en el directo de esta formación se puede subrayar que el espectáculo no viene a suplir en modo alguno carencias musicales, sino que por el contrario, la enorme calidad de los músicos que podría resultar en otro caso fría, viene complementada a la perfección por una química de la que hacen partícipe en todo momento al espectador, al que no le pasa inadvertido que, lejos de estar asistiendo a un teatro, los músicos se lo están pasando de miedo ahí arriba. Y eso se contagia con una facilidad y velocidad sorprendentes.

Adjuntas a la presentación de su disco Drunkology nos regalaron piezas intermedias impagables, tanto de corte clásico -Americano, con ciertos aires a la versión de Setzer- como sintonías más informales -tremenda interpretación y locura colectiva con los acordes de El Inspector Gadget-. El swing más desatado derivó en momentos de ska que no desentonan sino que refrescan el sonido. Una actuación repleta de matices personales pero con una cohesión total reflejo de un trabajo y una idea perfectamente llevados a cabo. Nadie debería dejar pasar la oportunidad de ver a los madrileños sobre el escenario, puesto que si el disco está conseguido, el directo sube el listón a cotas mucho más altas.

Al final del concierto, las dos groupies menos agraciadas de la sala -Agustín y un servidor- estuvimos hablando con todos los componentes (todo un trabajo encontrar a cada uno de los nueve) que nos comentaron sus peripecias con las grúas y las tapas granaínas. Compramos su disco a un precio razonable y hoy escribo estas líneas mientras suena de fondo Bad Joke. Para que os hagáis una idea, aquí tenéis un vídeo de un directo que aparece en su myspace.



lunes, 24 de noviembre de 2008

El espectáculo debe continuar

Volvemos a encontrarnos frente a otro 24 de noviembre. El año pasado a raíz de la coincidencia de fecha con la boda de Antoñazo (que también acaba de estrenar un blog -estamos de inauguraciones- imprescindible para casos críticos entre los que me acabo incluyendo) con el aniversario de la muerte de Freddie Mercury escribí algunas líneas en un post. No voy a volver a decir lo que allí dije. Queen será siempre uno de los grupos de esa lista que cada día empiezo. Y Freddie, siempre será Freddie. Y no me hagan hablar de Paul Rodgers, que, realmente, es el que menos culpa tiene.

Se suele decir bastante libremente que Freddie Mercury es una leyenda del Rock. Desde el punto de vista semántico de la palabra no puedo suscribir la afirmación. Freddie Mercury fue tan real que la categoria de leyenda pierde su radio de acción. Todo está ahí; todo se escucha, se ve, se siente. Él se construyo a sí mismo y se hizo realidad tal y como quiso. Es Rock; tan tremendamente humano como divino, pues.

Otro año más escribo escuchando los acordes de Queen. Es todo lo que hace falta. Así que hoy no me extiendo más.

Otro año, Freddie. Aún yéndote como los grandes, qué putada nos hiciste.


miércoles, 19 de noviembre de 2008

Cinco canciones (VIII)

El concierto del pasado sábado de Quique González y la Aristocracia del Barrio me ha hecho recordar en apenas dos horas todas las cosas que me gustan y que me hacen imprescindible la música.

Las canciones bien hechas, el mimo en las estrofas, las asonancias brillantes, o los versos libres caídos como un mazo en el ánimo, no se riñen con las guitarras crujientes y afiladas, o con los riffs toscos y al tiempo elegantes; con la intensidad y el sentimiento de un concierto que no se puede calificar con otra palabra que no sea rock, y con el rock, ya sabéis, ocurre como con la poesía: es justamente aquello que te queda cuando terminas de intentar definir lo que es. La electricidad y la emoción perfectamente amalgamadas fueron las constantes de este concierto que aún llevo resonando en los huesos. Acojonante. Sin más calificativos. No se puede imaginar cuánto lo odio por escribir algunas de las canciones que siempre querría haber escrito.

Quique González ha llevado su carrera con brazo artesano; desde aquel Personal (1998) que salió a la luz en parte gracias a la cabezonería incesante de Enrique Urquijo ante las discográficas, hasta el día de ayer. Y ha sabido alejarse lo suficiente de la etiqueta de cantautor y sus connotaciones más incómodas -como en su día y, salvando las distancias, le tocó a Springsteen deshacerse de la de el nuevo Dylan- sin echar mano de otra cosa que no sean sus propios discos, su trabajo, y a través de la coherencia, cualidad bastante inestable en el panorama musical. Así el repaso a la discografía nos muestra una obra sólida a prueba de vaivenes extramusicales. Más afianzado desde el perfecto La noche americana (2005) y el posterior Avería y redención (2007) en un sonido más coagulado en su formación de banda, Creo que nadie podría discutir que Kamikazes Enamorados (2003), desde su sobriedad magistral y su ausencia casi total de bajos y baterías es un disco de rock, y que cada una de sus pistas leves e intimísimas para nada desmerecen esta clasificación. Uno de los argumentos que juega a su favor, es que sus canciones se elevan por encima de la aparente desnudez al tiempo

El tema que da nombre al disco siempre ha sido uno de los preferidos del autor de este blog. El Do mayor que abre Kamikazes Enamorados sobrecoge y envuelve, hablando de aquellos que se lanzan a por ese algo (¡siempre ese algo!) de un modo frenético aún a sabiendas de que puede , y de hecho lo hará, plantear para ellos su propia calamidad. Los batacazos y los aterrizajes en llamas se suceden a pesar de ese no es imposible con el que se visten las heridas, y lo obtenido nunca alcanza el ideal, el algo, que se mantiene perfecto, intocable, y que permite al que lo busca mantenerse firme; de algún modo, seguir siendo. Pero ¿no es eso definitivamente lo que hace alzar las figuras gigantes o refulgentes entre la multitud a pesar de sus sombras interiores?




No hay vía libre, es una trampa genial.
No hay vía libre, si se divide en un par.
Te obligan a que rime en un verso crucial.
Ávidos por descubrir, y nunca tienen límite

Aún quieren más, no se permiten ir a medio gas.
Crimen racional, siempre mide mal,
causando desperfectos

Como kamikazes enamorados
Como pistoleros de sangre caliente,
juégatela un poco, valiente...
Kamikazes enamorados...

No es imposible, es un asunto trivial.
No es imposible, solo hay películas sin estrenar
esperan a que culmine la escena mortal,
antes de sobrevivir, pisando tierra firme.

Aún quieres más, Estás a tiempo de volverte atrás.
Fuego en el cajón, carne de cañón
Heridas invisibles...

Somos kamikazes enamorados,
somos pistoleros de sangre caliente,
juégatela un poco, valiente.
Kamikazes enamorados...

lunes, 27 de octubre de 2008

Anagnórisis

A pesar de que Agustín se me haya adelantado en su recién inaugurado blog, no quería dejar pasar la oportunidad de contaros alguna cosilla de las acontecidas en el pasado fin de semana, uséase, en el recién finiquitado Encuentro Anual Chosen One. Ya os he hablado antes de toda esta gentuza entre los cuales me incluyo. Todos gente entrañable. Hasta un servidor, si me apuran.

Como decía, el pasado fin de semana se celebró en la localidad cuasi-fronteriza de Fiñana nuestro encuentro anual, y con el beneplácito de las autoridades competentes concurrimos en una más que agradable casa rural la simpática caterva que constituimos.

Antoñazo proveyó a la expedición de armas suficientes como para asaltar Afganistán, así como de centenares de miles de botes de especias variadas; mientras, Manolo, nuestro flamante becario Chosen, recibió en recompensa a sus actitudes una espada (sí, he dicho una espada; a otros les regalan licuadoras), con la que, dicen las malas lenguas, va nombrando caballero o desafiando a diestro y siniestro a todo el personal de tierra y autoridades aeroportuarias almerienses. El Doctor Pantera, fiel a la tradición, durmió siestas merecedoras de record guinnes o de severos estudios científicos.

Como el hecho de narrar día por día todas nuestras actividades puede resultar un tanto lastimoso para los equilibrios cerebrales del que escribe y de los lectores, hoy sólo hare una pequeña referencia-estudio, de base literaria, y así de paso, saco a pasear el título universitario, que andará cogiendo polvo.

Llamamos, en literatura, anagnórisis, al descubrimiento de la verdadera identidad de un personaje de la obra que, hasta entonces ha permanecido oculta para el resto de los personajes o incluso para el propio personaje en cuestión. Durante nuestro fin de semana hemos podido comprobar episodios de anagnórisis, descubriendo en nuestros compañeros y en nosotros mismos, identidades ocultas que nadie sospechaba saldrían a la luz y que han provocado trastornos emocionales de tremenda magnitud. Pero ilustremos los hechos.

Ejercicios de anagnórisis Chosen 2008:

- Se revela la verdadera identidad de Dickysan como el personaje principal de la serie de televisión Me llamo Earl.



- Se revela la verdadera identidad de Agustín (a pesar de haber intentado engañarnos con un infructuoso afeitado de bigote) como uno de los componentes de los Village People.




- Se revela la verdadera identidad de Raúl como Cálico Electrónico.


Pues sí, pequeños y pequeñas, todas estas revelaciones que echan al traste o dan un giro de lo más inesperado a la trama, es lo que conocemos como anagnórisis. Apuesto a que ningún autor clásico concibió ninguna tan catastrófica.

En fin, en el siguiente post, si todavía os queda cerebro indemne, os daré algunos datos más concretos de nuestro periplo fiñanero.

Buenas noches